martes, octubre 9

La letra A. Ana Paulina Gutiérrez.

Hoy intenté transformarte en escritura y no pasé de la A mayúscula. Me encontré con que las reglas ortográficas no tenían sentido en tu cuerpo bicolor (tu no sabes que tienes dos colores, pero ahora te lo digo).

Los acentos se movían de un lado a otro sin que yo pudiera ponerlos en su lugar. Se me olvidó si los diptongos eran sílaba o letra. La H se volvió sonora y cada vez que buscaba el silencio, se me venían encima tus risas y me sepultaban en lágrimas. La R, que tenía tantas posibilidades hace unas semanas, ahora se puso tan difícil, que preferí convertirla en G y entonces me hice un lío que sólo tus ojos cerrados, dormidos a mi lado, me hubieran ayudado a desenredar.

Cuando creí que había encontrado una formulita para comenzar el relato, me sorprendieron los dos puntos, fríos, directos, sin rodeos. Las palabras se volvieron agujas otra vez, se clavaron en mis manos y no pude mover los dedos por un buen rato. Después pasó el dolor y pude escribir y escribir y escribir. Sólo que se me olvidó mojar la pluma en tinta y cuando me di cuenta, todo lo invisiblemente escrito había dejado de ser mío. 

Tomé el lápiz y me puse a hacer unos garabatos, con la F y la X. Logré hacer un laberinto, pero nunca encontré la salida. Lo borré, y cuando terminaba de sacar el gris del papel, me encontré con tu lengua. Me quedé viéndola moverse. Hablaba, mojaba tus labios, me besaba, recorría mi cuello, mis dedos, mi oído, y cuando me estaba perdiendo en la técnica importada de esa lengua tibia y dulce, recordé que lo que tenía que hacer era escribirte, convertirte en algo material que pudiera después arrugar y tirar a la basura con un sólo movimiento (cómo tú lo habías hecho hace unos días. Por cierto, ¿cómo hiciste para volverme texto tan fácil?). Yo lo intenté, juro que lo hice, pero tu lengua no dejó de moverse. Y me perdí. No puedo escribir aquí lo que hice con esa lengua y lo que ella hizo conmigo. Mis padres leen estas notas. Pero tú lo sabes, lo sabemos los dos que no deberíamos saberlo más.

Y nada, no llegué a nada. Me quedé sólo con la A mayúscula, esa letra que es la más "estable" del abecedario, con sus dos piernas abiertas bien arraigadas en el piso, con la tabla atravesada para que no se mueva ni un poquito de la realidad. Una letra con poca magia. Inamovible. Una letra que inicia a todas las demás pero que no baila con ellas. Esa letra curiosamente está en mi nombre: AnA pAulinA, y está en el nombre que yo te puse: Amor. Pero es tan testaruda y tiene tanto miedo que se quedó ahí sola, sin las otras letras del hechizo que salieron huyendo a donde si las quieren. Es por eso que no pude pasar de ella. Me quedé sin elementos para la escritura, para la magia, me quedé sin mi supuesto poder de bruja buena. Esa maldita A y tu lengua me quitaron mis poderes. Mañana intentaré con la M, para ver si mi suerte mejora y logro que tu cuerpo se haga letras, para borrarlo con la goma del lápiz que sin querer dejaste olvidado en la mesita de la entrada.

1 comentario:

  1. La mujer se olvida convirtiéndola en literatura. ¿qué escritor dijo eso?

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