lunes, octubre 29

Memorias. Tercera parte. Ana Paulina Gutiérrez.


Pascal Renoux

Ene volvió a dar vueltas interminables en el centro del salón, como mosca. "Y yo que pensé que nunca me sentiría de nuevo así. Uno no se debe fiar de sí mismo."

"Amor amor, amor de corazón, amor verdadero.

¿Dónde se consigue?" Buscaba en las parejas que la rodeaban a ver si les veía el amor verdadero en algún sitio. En las lenguas enredadas, en las manos entrelazadas, en las miradas cómplices. Escuchaba las conversaciones de los enamorados y se preguntaba si el amor amor estaría en algo que ella no tenía. "¿Será qué nací sin el dispositivo para el amor amor?"

Pensaba que no tenía lógica aquél discurso. "Si hubiera sido amor amor, no se hubiera evaporado. Debes entenderlo así."

El perfume de la pelirroja muerta es el amor verdadero. Nada es para siempre. Todo cambia. Todo se transforma.

Pero entonces, ¿cómo puede haber amor amor? Buscar el amor verdadero en cada cuerpo, en cada alma, es un engaño. Nunca lo encontrarás. La imperante necesidad de los seres humanos de clasificar todo, inclusive al llamado rey de los sentimientos, el amor.

Se sentó en una banca del parque con una revista especializada en temas del corazón. Probablemente ahí encontraría alguna pista.

Test para el amor verdadero:
  • Si usted tiene 10 puntos, es amor de corazón, amor verdadero, amor amor.
  • Si tiene de 6 a 9 puntos, es un sentimiento que, o bien puede evolucionar a amor verdadero o bien, puede evaporarse (independientemente de lo fuerte que sea, es parte del misterio del amor amor).
  • Si tiene menos de 6 puntos, es apenas un cariño fraternal que le permitirá establecer una relación confortable, pero amor amor, no será.

Nota: los puntos obtenidos dependerán de que tanto pueda usted manejar su voluntad, sus miedos, su independencia, su libertad, su líbido, en relación con el sujeto en cuestión. Si puede quedar a merced del otro, el puntaje será mayor. La principal característica del amor amor, es que le hace perder la voluntad, lo que usted decida no depende de usted, no es decisión propia, el amor lo mueve, es mágico (¡mueve montañas!) por eso, si deja de seguir un sueño, es porque no era amor amor. Pero no será su culpa. Es preciso ante cualquier situación ambigua, dar preferencia a la búsqueda del amor verdadero. No pierda el tiempo si usted debe esforzarse por mantener aquél falso sentimiento. No vale la pena. Si usted persiste en la búsqueda, le garantizamos que encontrará el amor verdadero. El amor a su medida. Su media naranja.

Nada más violento que azotar el corazón del otro en busca del amor amor. Tiró la revista a la basura y caminó hasta que logró pensar en otra cosa. Cada día caminaba un poco más y pensaba un poco menos. Pero siempre pensaba. Vueltas y vueltas y vueltas. Esa noche soñó que tenía el amor amor entre sus manos, una criaturita redonda, bicolor, con olor a vainilla. Después se transformaba en imagen, en la foto más linda del mundo. Dos cuerpos que bailaban, se tocaban, se abrazaban, se miraban, sonreían. El amor amor estaba en medio de los dos cuerpos hasta que la criaturita se separaba, ensangrentada. Las imágenes se confundían. Los personajes en el sueño mutaban. Él soltaba al amor amor como a un pez moribundo que vuelve al agua como un milagro.

Ese pez no regresa nunca. Sólo permanece cerca de la mano que lo estruja hasta que recupera la fuerza, la humedad en los ojos, hasta que las escamas reviven. Después el pez se olvida de la casi muerte y fluye como el agua misma. Deja de ser amor amor porque deja de ser.

Ene se despertó con el firme propósito de recuperar su vida. Se sumergió en el mismo río que soñó, con las manos por delante de la cabeza y bajó hasta el fondo, dónde el agua estaba quieta y ligera. Ahí pudo abrir los ojos y buscar entre la arena al pez. Lo encontró cerca de una piedra azul. El animal nadó más rápido al sentir su presencia. Ella lo siguió moviéndose con suavidad, para lograr que el bicho confiara de nuevo en ella. Pero el pez se movía cada vez más rápido y no conseguía alcanzarlo. Comenzó a desesperarse, a moverse con torpeza. El pez se alejaba. Ella no podía respirar, pero se dio cuenta que no lo necesitaba. Entonces comprendió que no tenía sentido contar el tiempo que pasaría para recuperar lo que había perdido. El camino tras el sueño era lo que valía la pena: la frescura del agua, el cansancio del cuerpo en aguas dulces, nuevas, revitalizantes, la luz reflejada en las formas onduladas de las corrientes, la suavidad de las algas rozando sus pezones, su sexo. El pez era lo de menos. Pero aún así, era necesario ir tras él.

Recuperó la calma.



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