jueves, noviembre 12

Apuntes sobre los cuerpos. Capítulo 1. El Mar Ana Paulina Gutiérrez






A ella le gustaba sentir su respiración cuando se movía sobre él.

Tocaba su pecho con las palmas de las manos para sentir como el aire inflaba sus pulmones y los abandonaba en una espiral interminable. 

Acercaba su rostro al de él para sentir su aliento tibio abrirle los poros. Movía lentamente la cabeza hasta que su boca tocaba el lóbulo de la oreja de su amante. Después retrocedía un poco a fin de escuchar el aire convertido en suaves gemidos. Graves. Dulces.

Le gustaba pensar que él la penetraba también de esa forma: entraba hecho voz por sus oídos, como un canto. Eso era lo que más le gustaba. Le recordaba el sonido del mar. El agua en su cuerpo. La sal.

El mar dentro de ella.

Él le hablaba con gemidos suaves, como guías: “Ven por aquí”.

Ella cerraba los ojos. Respiraba. Escuchaba el mar.

Él gemía y ella se acercaba a su voz como a un caracol marino pegado al oído. Un caracol que canta. Que enamora.

Podían soltarse las manos. Dejar de tocarse. Pero no podían dejar de escucharse. De desearse. Con todo el mar del mundo en medio. En sueños.

Se seguían encontrando en el mar revuelto. Con la memoria. En los huracanes. En la distancia. En el anhelo. En el mar. En el mar, siempre.