domingo, septiembre 30

El amasijo. Ana Paulina Gutiérrez

Lissy Elle Laricchia
Comenzó a sentir una presión en el pecho que se fue volviendo más y más aguda. Parecía como si el aire que respiraba se fuera concentrando detrás del corazón hasta hacerse una pelota dura y rugosa.

Se llevó la mano derecha al pecho y sintió como su carne estaba débil, suave. Le ardía, le quemaba. Su mano fría comenzó a acariciarse buscando un poco de confort. "Un poco de calor para el corazón débil." Pero la piel, esa que había perdido el sentido ya hace unos días, comenzó a desprenderse en tiras. Ya no quería estar ahí, en ese cuerpo. Ella respiraba agitada, casi muerta, de tanto aire tan frío y tan ajeno. Su mano, que ya no era su mano, se sumía entre las costillas, abría en dos el cuerpo al que alguna vez perteneció. Sin piedad, sin pena. Directo al corazón, para qué esperar, para que detenerse, para que ser pausada. "Hay que ser lo más honesta posible", decía esa mano que ya no era su mano y que tal vez nunca lo había sido.

Se llenó de sangre, roja, caliente, viscosa, necia. Ella se chupó los dedos al mismo tiempo que se miraba en el espejo, sin parpadear. Como una bruja mala. Miraba sus ojos, esos ojos que ya no eran sus ojos. Abiertos de miedo, empapados en lágrimas. La frente también mojada de sudor frío congelante y congelado también escurría. "El ombligo está en la frente. Hay que seguir a la razón, no al corazón". Sus dedos regresaron al pecho, siguieron hurgando dentro hasta que  encontraron ahí la bola.

Ya no tenía corazón. Se había convertido en un amasijo de venas, arterias, pesadillas, sangre coagulada, vidrios, diccionarios, sueños rotos, huesos, palabras deformes, nieve, flores de cempasuchil, cajones vacíos, sexo virtual, aviones, chocolate con avellanas y promesas incumplidas.

Pudo ver a su abuela ahí dentro, empujando la piedra con sus manos fuertes y amorosas. "Sácala Ali". Cuando logró arrancarla de ahí dentro, se dio cuenta que le dolía más 

           
           y más 

                 y más

                          y ya no supo que hacer. 


Si se quedaba con ese vacío ¿cómo haría para despertarse la mañana siguiente?

Tuvo miedo. Volteó la mirada dentro de su pecho vacío y vio a su abuela de nuevo, quieta, expectante, fuerte. "Me equivoqué Ali." 

Se hablaron sin hablar. Maye extendió las manos y recibió de nuevo el amasijo. Lo tejió a la carne con sus agujas del 8, con estambres de lana fina para quitarle un poco el frío al amasijo. No había otra opción por ahora. 


Estaría ahí un buen rato, 

latiendo y doliendo, latiendo y doliendo, latiendo y doliendo.



La abuela desapareció bajo la piel cuarteada. 

Un suspiro. 

Otra noche más que pasaría entre pesadillas y desesperanza.

lunes, septiembre 17

Vacío. Ana Paulina Gutiérrez.

Fotografía de Sofía Ajram


Quería salir corriendo a buscarlo, pero las piernas no le alcanzaban para llegar a donde estaba. El corazón hinchado todavía de amor correspondido tampoco le daba para traerlo de vuelta. Su voz se perdía en un espacio vacío, sin respuestas.
Estuvo tratando de escalar hasta la luna para ver si de ahí conseguía verlo aunque sea un momento, para ver si podía enviarle algunas señales que le recordaran la magia, la dulzura, las risas. Pero sólo logró que se le desgarraran los dedos y que el ardor se extendiera por toda la piel que ahora existía sin sentido.

El encanto se esfumó completo y sin aviso.

Sus ojos comenzaron a perder la luz, la sonrisa se apagó, el cabello comenzó a caerse en mechones sobre la almohada vacía de sueños. Las palabras de amor se juntaron todas en un muégano de dolor sin sentido y rodaron por la habitación que se hacía cada vez más pequeña. ¿Como salir corriendo si todas las puertas estaban cerradas? ¿Por dónde tenía que caminar para volver a encontrarse, ya no sólo en el espejo también vacío y sin sentido?

                                      "En el espejo también estás tú,
                                                                                     estamos los dos hechos cuerpo."

Estaba rodeada de palabras extranjeras que la confundían, que la engañaban con la intención de que no saliera nunca de la habitación.

                                         "Un infiernito en vida."

                       Las arrancaba una
                                                   y otra
                                                              y otra vez de las paredes,

                                                    pero reaparecían como tatuajes en la piel ardiente.


Lo único que pudo hacer fue sumergirse en el mar imaginario que la acompañaba en sus momentos más áridos. Eso siempre ayudaba. La humedad propia y ajena mitigando el ardor, el dolor, el vacío espinoso de su cuerpecito entumecido.

                                            Olvidar,

                                                         olvidar,
                                                                           olvidar...

Ahí podría refugiarse hasta que pudiera escuchar su propia voz, ya sin la cáscara podrida, sin la carne hecha mierda, sin los vientos áridos y secos del yo despedazado.

sábado, septiembre 15

Bolero, Julio Cortazar.


Eduardo 5

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.

Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

viernes, septiembre 14

Preliminar del miedo. Mario Benedetti.




Por sobre las terrazas alunadas
donde se aman cautelosamente los gatos
y los brillos esquivan las chimeneas
creo que nadie sabe lo que yo sé esta noche
algo aprendido a pedacitos y a pulsaciones
y que integra mi pánico tradicional modesto

¿cómo desmenuzar plácidamente el miedo
comprender por fin que no es una excusa
sino un escalofrío parecido al disfrute
sólo que amarguísimo y sin atenuantes?

los suicidas no tienen problemas al respecto
deciden derrotarse y a veces lo consiguen
entran en el miedo como en una piragua
sin remos y con rumbo de cascada
son los descubridores del alivio
pero la paz les dura una milésima

tampoco los homicidas se preocupan mucho
limitan el miedo a una coyuntura
desenvainan la furia o aprietan el gatillo
y todo queda así simplificado y yerto

pero los demás o sea los que venimos
tironeados por la maravilla
y perseguidos por el horror
los demás o sea los compinches de la duda
los candorosos los irresponsables
los violentos pero no tanto
los tranquilos pero no mucho
los deportados de la buena fe
los necesitados de alegría
los ambulantes y los turbados
los omisos de la vanguardia
los atrasados de la vislumbre

ésos qué haremos con el mundo
sino asediarlo a escaramuzas
desmenuzarlo con las uñas
extinguirlo con el resuello
desmantelarlo a mordiscones
hacerlo trizas con la mirada
dar cuenta de él con el amor
estrangularlo.