jueves, noviembre 8

Círculo. (incluye corto Un perro andaluz) Ana Paulina Gutiérrez.


Un Chien Andalou 

Sentir los ojos, las órbitas que los rodean. 

Oler las pieles que envuelven mi cuerpo. 

Soñar que trepido y trepidar. 

Sentirme viva entre las manos que se levantan, que rugen. 

Olvidar que olvido. 

       Olvidar que todavía siento. 

                Sentir que olvido y me alejo. 

Acercarme al mundo. Herencia de lo ausente, de lo que dejó de estar: el vacío siempre puede volver a llenarse y volver a vaciarse y volver a volver.

Perder la fe y recuperarla. Destruirla y construir las certezas del olor de mi propia piel. De mi musgo. 

¿Cuándo dejé de sentir el calor de mi sangre?

Ya no me acuerdo. Creo que fue cuando leí en algún lado que no existen las señales, qué sólo las imaginamos porque lo necesitamos. Así que no había señales, nada, ni una pizca, ni una partícula, ni una nada.

Sólo ganas de estar. De olerte.

¿A qué hueles cuando sueñas cariño? 

                               No puedo decir ya 
                                                            que el aroma de tus sueños 
                                                se me coló a las venas,
                                             a las neuronas, 
                                        a las hormonas,
                                     a la z de mis apellidos. 

No puedo pensar más en que ese olor es una señal. Porque leí que las señales no existen.

Tampoco puedo quitármelo.
Lo siento cuando respiro, que resulta que es casi siempre.
Se me ha quedado entre la nariz y la boca. En ese pedacito de piel. En esa pequeña hendidura, donde resbalaba tu dedo índice antes de entrar en mi boca a jugar con mi lengua.

Sé de qué está hecho ese olor. Me he detenido en cada nota, en cada ingrediente, en cada dosis de cada cosita que lo forma.


Olor casi sabor.

Me lo llevaré a la tumba junto con las otras cosas que dejaste en los rincones:

tu lápiz
tus letras
la sonrisa
el mango
las promesas
los pedazos de pan
tus palabras
las envolturas de chocolate
tus lunares

un pedazo de piel

tu dolor
la farsa
la duda

Junto con mis deseos de todo y de nada.
Al lado de la ropa de invierno.

Ya no nos veremos, ya no estaremos, ya no seremos juntos.

Por eso me regreso a sentir las órbitas de mis ojos y las yemas de mis dedos. Y mi cuerpo.


Las manos vacías, pero ansiosas por llenarse de todo y de nada. La mente llena, pero ansiosa de vaciarse y volver a llenarse.






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